lunes, 6 de julio de 2015

San Andrés, nada nuevo bajo el sol (ni falta que hace)

Antes de acometer el análisis o crítica de este film debo admitir que tenía unas expectativas tremendamente bajas antes de verlo. No ya por factores como la premisa, el reparto o el equipo creativo, sino por el género en el que se enmarca: el de catástrofes “naturales”, generalmente enfocado al entretenimiento puro y duro y que por desgracia rara vez consigue este sencillo objetivo.

Sin embargo en el caso de San Andrés nos encontramos ante un film que cumple con lo que promete. Es una película entretenida, banal y con unos personajes totalmente estereotipados, sí, pero no pretende ser algo que no es, ni conmovernos, ni remover nuestros sentimientos más profundo en vano como sí lo han hecho otros films con recursos como discursos grandilocuentes sobre la naturaleza humana y chorradas por el estilo (cualquiera que haya visto “2012” o cualquier otro de los films catastrofistas de Roland Emmerich sabrá a lo que me refiero).

San Andrés acepta desde el minuto cero su naturaleza de Blockbuster, arrancando con un primer acto en el que se nos presenta a los personajes protagonistas, todos ellos estereotipos clásicos del género, el padre abnegado y hombre acción (Dwayne Johnson), el académico que lo vio venir todo (Paul Giamatti), el niño a ratos adorable a ratos estrangulable… en definitiva, y como ya he dicho, lo que cabría esperar en una película de este género. A la par se va anticipando la catástrofe cuyas consecuencias ocuparán el grueso del film: una serie de terremotos que sacudirán la falla de San Andrés.

En cuanto arranca el segundo acto lo que nos espera es, en esencia, lo mismo que en cualquier película de catástrofes: un despliegue de efectos visuales constante, explosiones, edificios cayendo, todo ello mientras Dwayne Johnson y Carla Gugino viajan de Los Ángeles a San Francisco para rescatar a su hija (Alexandra Daddario), que trata de sobrevivir a los destrozos causados por los seísmos acompañada por un joven arquitecto (Hugo Johnstone Burt) y su hermano pequeño (Art Parkinson).

Como ya he dicho, nada nuevo bajo el sol, pero muy bien ejecutado, sin tomar al espectador por estúpido (aunque bien es cierto que haya inexactitudes a nivel científico, pero eso es de esperar), con unos intérpretes que cumplen perfectamente con los papeles que les han sido asignados, capitaneados por Dwayne Johnson derrochando carisma (mola más que tú y lo sabes). Evidentemente este no es el tipo de película en el que un actor aprovecha para lucir sus dotes dramáticas, pero se agradece que como mínimo le den cierta verosimilitud a unos personajes y situaciones que básicamente son corta y pega de otros ya vistos anteriormente.

En definitiva, nos encontramos ante un film sin más pretensión que la de entretener, predecible a más no poder, un mero entretenimiento que entra por los ojos y que se olvida en cuanto uno ha salido del cine, pero al menos cumple con su objetivo que es el de conseguir que el espectador se evada durante sus cerca de dos horas de duración, y a día de hoy, eso es más de lo que nos ofrece el grueso de los blockbusters veraniegos.

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